Ya estamos en Octubre, el mes donde las noches se hacen más largas, las temperaturas empiezan a bajar y tiene lugar una de las noches más esperadas de todo el año. Y es que, por una noche, los seres de ultratumba saldrán de su escondite para mezclarse con niños disfrazados y atiborrarse de caramelos: ¡Llega la noche de Halloween!

Aunque seguramente todos conocemos a estos seres sacados de nuestras peores pesadillas, muy pocos conocerán la ciencia detrás del mito, el origen de sus leyendas y si estos seres existen en la vida real.

Durante este mes, desde el Museo de Ciencias Naturales de Carolina del Norte, os enseñaremos la verdad detrás del mito. Y responderemos a la gran pregunta: ¿Existen estos seres de verdad? La respuesta es si, pero quizá no en el sentido que estáis pensando.

Si tratamos de nombrar las criaturas más famosas de Halloween, seguramente los primeros seres que nos vienen a la mente son los vampiros. Criaturas nocturnas, de tez pálida, ojos rojos y grandes colmillos que se transforman en murciélagos para alimentarse de la sangre de sus víctimas.

El origen del mito de los vampiros se remonta a hace 4000 años en la Antigua Grecia. Pero no fue hasta la publicación de la novela de Bram Stoker: Drácula, en 1897, cuando se estableció la figura del vampiro moderno tal y cómo lo conocemos en la actualidad.

Si bien es cierto que la imagen del vampiro ha ido cambiando a través de la historia por medio de novelas, películas y series de televisión, el origen del vampirismo sigue siendo el de poder explicar el proceso de la muerte y la descomposición de los cuerpos.

El proceso de descomposición de un cuerpo no se produce de manera inmediata al contacto con la tierra. Un cadáver pasa por varias fases, y el tiempo que tarda depende de varios factores, como la complexión de la persona o el lugar donde ha sido enterrado.

Así pues, antiguamente, si se encontraban con un cuerpo relativamente bien conservado semanas después de su fallecimiento, visiblemente hinchado y con restos de sangre en los labios, la primera hipótesis que pasaba por su cabeza era la idea del vampiro. Esto ocurría porque se vivía en una sociedad supersticiosa, regida más por la religión que por la ciencia. Pero en realidad, este hecho, tenía una explicación científica: Los gases provenientes de la descomposición de los cuerpos se acumula en su interior, oprimiendo a los pulmones y obligando a la sangre a brotar hacia el exterior por la nariz y la boca. A esto debemos unirle la contracción de la piel y las encías, que hacen tener la falsa sensación de unos dientes más prominentes, como si fueran colmillos.  

Pero, ¿los vampiros existen en la vida real? Pues la verdad es que si, los vampiros existen, pero no son ni mucho menos cómo los descritos anteriormente. Para poder encontrar a los vampiros reales deberemos dejar atrás Transilvania y todas sus leyendas y viajar hasta el centro y sur del continente americano. 

Allí, escondido en la oscuridad de la noche, a salvo de la luz del sol, una majestuosa figura bate sus alas en busca de satisfacer su sed de sangre, ¡es el murciélago vampiro! 

Y es que existe una subfamilia de quirópteros (murciélagos) que se alimenta exclusivamente de la sangre de otros animales. Este peculiar rasgo nutricional se denomina hematofagia y puede verse en diferentes especies de insectos, peces y pájaros, pero no es común en mamíferos.

Actualmente existen tres tipos diferentes: el Vampiro Común (Desmodus rotundus), el Vampiro de Patas Peludas o de Doble Escudo (Diphylia ecaudata) y el Vampiro de Alas Blancas (Diaemus youngi). 

De entre todos ellos sólo uno, el vampiro de patas peludas, cuenta en su menú con sangre humana, pero los casos de ataque de estos animales a personas son muy escasos. La fuente principal de alimento para estas criaturas voladoras es el ganado, ya sean vacas, cabras, cerdos, gallinas, etc.

Es cierto que los vampiros se alimentan de sangre, y son culpables de millones en pérdidas para los ganaderos, pero no por la cantidad de sangre que beben. Estos animales no son más grandes que una taza de té y la cantidad de sangre que consumen es ínfima y su pérdida no pone en riesgo la salud de los animales. Lamentablemente los murciélagos vampiro pueden ser transmisores de la rabia, para la cual, una vez transmitida, no se conoce cura.

A pesar de su fama, los vampiros son seres realmente fascinantes, con habilidades que han ido evolucionando para convertirlos en expertos cazadores de la noche. Además de volar, los murciélagos vampiro son los únicos quirópteros capaces de caminar, correr y saltar. Además de la ecolocación, por todos conocida, tienen ciertas cualidades que se podrían considerar como super-poderes: sus oídos son capaces de percibir sonidos de baja frecuencia, lo cual les permite detectar la respiración de grandes animales y así saber cuándo son más vulnerables.

También disponen de sensores de calor infrarrojos en la nariz con lo que pueden localizar la sangre que corre por las venas cercanas a la superficie de la piel. Los dientes frontales son tan afilados, que cuando hacen la incisión, la víctima no lo siente. Además, cuentan con un compuesto anticoagulante en la saliva que impide que la sangre se coagule y así permitir que siga fluyendo. Este compuesto es estudiado por médicos de todo el mundo para encontrar remedios contra infartos cerebrales.

No todos los murciélagos son vampiros, pero todos cumplen una función importante en la naturaleza, ya sea en la medicina, como polinizadores, o mantener a raya a plagas y pestes con lo cual, su conservación es importante para nuestro futuro.

Sobre el autor:

Hugo Romero-Sánchez

Educational Events Specialist and AmeriCorps Program Director  

NC Museum of Natural Sciences

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