Las Palmas de Gran Canaria, 17 nov (EFE).- El Womad de Las Palmas de Gran Canaria ha celebrado este sábado la última noche de conciertos de su vigésimo aniversario con un viaje entre cuatro continentes y protagonismo para el coro sudafricano Ladysmith Black Mambazo, pura esencia de lo que representa este festival.

Con casi 60 años sobre los escenario y cinco premios Grammy en su historial, el concierto de los Ladysmith Black Mambazo era uno de los momentos más esperados por el público del Womad desde que se anunció que este año volvían al parque de Santa Catalina.

Protagonistas de momentos históricos, como la toma de posesión de Nelson Mandela como presidente de su país o la recogida de su premio Nobel, la decena de músicos que componen este legendario coro arrancó los aplausos del público desde el primer minuto.

Sus canciones, que hunden sus raíces en la tradición zulú, se complementaron con la puesta en escena característica de la banda, con cabida para cantos de pájaros y canciones a la tierra, con la que esta decena de voces de Sudáfrica dominó el final del Womad.

Ladysmith Black Mambazo no defraudó en la capital isleña, ciudad a la que el grupo regresaba casi una década después de su gran debut en la franquicia canaria del festival de Peter Grabriel, en 2009.

El coro demostró ser puro Womad, en turquesa y negro, en lengua nativa y cargado de mensajes de libertad, democracia y celebración.

El viaje musical de esta tercera jornada de conciertos arrancó con el salto de estilos que define al grupo grancanario Radio Baifa, que inauguró el escenario con una propuesta que fue desde el rock, al pop, pasando por la rumba, el jazz o el funk.

El grupo se estrenó con su primer concierto en un desafío a la incipiente lluvia y con una coctelera de sonidos.

El octeto de músicos isleños encendió la mecha en el día grande del Womad y aprovechó la platea del parque de Santa Catalina para mostrar los temas de su primer trabajo discográfico, publicado hace apenas unos meses.

Una comitiva de leales a la banda se agrupó en torno al centro del parque, que calentó motores para más de siete horas de música sin freno.

Tras un episodio veloz de borrasca, tomó el relevo en el escenario Boulevard la voz mestiza de Raquel Amegashie, que con "un pop-soul catártico", como ella misma lo ha definido, dejó entrever letras a la superación personal con temas propios y una muestra de los trabajos de su primer álbum.

La también compositora y actriz, de ascendencia liberiana, pasó el testigo a la primera artista internacional de la noche, la colombiana Sol Escobar. Con un paralelismo entre ambas, conectadas con carreras en la pantalla, la artista colombiana nacida en Argentina impuso un potente chorro de voz en el parque capitalino, con tangos convertidos, blues atípicos y un folk latinoamericano.

Desde Madrid pero homenajeando también a la otra orilla del Atlántico, el Colectivo Panamera hizo mover las caderas a un público con ganas de bailar la cumbia del trío de músicos, que montaron la fiesta en el escenario Boulevard.

Con una gran legión de miles de espectadores obedeciendo a sus ritmos caribeños, la energía de los españoles y argentinos sonó entre calypso y rockabilly, en una llamada al movimiento y la alegría.

Con la polifacética Noga Erez, desde Israel, llegó el turno de un electropop llamativo y un pop retorcido, cargado de poder en forma de letras. Los "beats" de la percusionista y teclista exhibieron ante el público de Las Palmas una atractiva combinación de ritmos.

La banda Bcuc, de Soweto, Sudáfrica, fue una de las incorporaciones sorpresivas de la noche, con una mezcla de canciones rituales y tradicionales a golpe de rap, actitud rock'n'roll y sonido urbano.

Con reinterpretaciones basadas en la espiritualidad y el ritmo del siglo XXI, Bcuc reeditó en Las Palmas de Gran Canaria canciones indígenas y de iglesia, con un toque particular que atrajo al público a bailar un nuevo fenómeno "shebeen". Laura Bautista