Madrid 9 jun (EFE).- Elevó la pornografía a arte y el precio que pagó fue que su legado quedara marcado por la controversia, pero la obra de Robert Mapplethorpe es mucho más que sexo. Captaba con la misma sensibilidad la escena underground sadomasoquista del Nueva York de los setenta que la silueta de una flor. Tres décadas después de su muerte, un exhaustivo estudio sobre su obra analiza su particular mirada.

“Busco la perfección en las formas”, solía decir, daba igual que el objeto fotografiado fuera un pene saliendo de un pantalón con la cremallera abierta, una delicada flor o un retrato de su amiga, pareja y musa, Patti Smith. Se declaraba “obsesionado con la belleza” y la encontraba en lugares donde nadie antes se atrevió a mirar.

Esa mirada es ahora revisada por Phaidon, que reedita el estudio más exhaustivo sobre la obra del artista con nuevas imágenes, en total son más de doscientas fotografías en blanco y negro, y una pequeña muestra de su trabajo en color, menos conocido. Además de “Portfolio X”, su obra más controvertida, incluye también un poema de Patti Smith escrito para la ocasión y un texto del crítico de arte Arthur C. Danto.

La carrera de Mapplethorpe, que falleció por complicaciones con el SIDA, terminó abruptamente cuando tenía solo 42 años, aún así su trabajo es amplio y variado.

Criado en Long Island, en el seno de una familia católica, estudió pintura, dibujo y escultura en el Pratt Institute de Brooklyn. Al principio hacía collage, pero poco a poco se fue inclinando hacia la fotografía. Sus primeras fotos fueron con una Polaroid, en los setenta. Su deseo de elevar lo pornográfico a arte, está ligado a su primer contacto con revistas de pornografía homosexual.

“(Cuando las vi) Sentí algo muy fuerte en el estomago y pensé, si puedo trasladar esto al arte haré algo que es único”. Y lo consiguió.

Hasta entonces, la pornografía o las imágenes con fuerte carga erótica, no eran una “elección seria” para un artista que quisiera alcanzar cierto reconocimiento, reconoce el famoso crítico de arte Arthur Danto en el libro. Pese a que sus desnudos pueden haber perdido cierta vigencia, sus imágenes de sesiones sado siguen chocando y, en ocasiones, despertando rechazo, el año pasado sin ir más lejos, se llevaron por delante al director de la Fundación Serralves en Oporto, que organizó una muestra con su obra.

Mapplethorpe consiguió con su trabajo sobre escenas sexuales hacer algo único.

Pero no todo fueron sesiones de sado, además del controvertido “Portfolio X”, que incluye el libro y que reúne escenas para todas las miradas, también hay una serie de honestos retratos de personajes como Cindy Sherman, Arnold Schwarzenegger, Isabella Rosellini, Andy Warhol, Debbie Harry, Truman Capote o Iggy Pop. Protagonistas todos de una época lleno de cambios y transgresión.

Mapplethorpe es en ese sentido una representación de los valores de la contracultura del momento, llevados al límite.

También se han incluido varios autorretratos. Si las flores y los desnudos son el relefjo de una visión clásica preocupado por la belleza o las formas, en sus autorretratos se encuentra el Mapplethorpe de mirada más traviesa. Vestido de mujer, con chupa de cuero fumando un cigarro; empuñando un revolver o, pocos meses antes de fallecer, ya con aspecto desgastado por la enfermedad, al estilo Hugh Hefner, con batín y zapatillas.

Probablemente fue ese elemento de juego, que sin miramientos combinaba belleza, decadencia y sexo, lo que ha hecho que tantas miradas se fijen en él y tantas otras se apartaran ante sus fotos.

“Fue una artista americano, pero ninguna bandera le honró”, escribe Patti Smith. Probablemente esta frase condense mejor que ninguna otra la situación del legado de Mapplethorpe, un artista de culto para muchos, repudiado por el sector más purista de la sociedad estadounidense, y con un legado reducido a la controversia para otros. Mapplethorpe fue mucho más que todo eso.

Celia Sierra

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